En inusitada campaña, la prensa de Alemania atacó, sin más razón que defender a un Campeón mundial que negociaba con compañías alemanas de computación un match sin otro fin que el lucro, a Topalov. Tenían miedo de que los aficionados no se interesarían en el encuentro contra la computadora si su contratado no ostentaba el máximo título de ajedrez. La diferencia podría ser de millones de dólares en publicidad.
A esa prensa, voces del pasado ya le contestaron:
“Hemos visto ya a la prensa rastrera en celo, amasando dinero a costa de las curiosidades malsanas, trastornando a las masas para vender su deleznable papel, ese papel que ya no encuentra compradores cuando la nación está en calma, saludable y fuerte. Me refiero en especial a los que ladran de noche, a los periódicos prostibularios que atraen poderosamente a los transeúntes con esos grandes titulares que garantizan escándalos. Éstos siempre han formado parte de su habitual mercancía, aunque, en esta ocasión, con impudicia significativa”.
(Emile Zola, en Yo Acuso)
A esa prensa, voces del pasado ya le contestaron:
“Hemos visto ya a la prensa rastrera en celo, amasando dinero a costa de las curiosidades malsanas, trastornando a las masas para vender su deleznable papel, ese papel que ya no encuentra compradores cuando la nación está en calma, saludable y fuerte. Me refiero en especial a los que ladran de noche, a los periódicos prostibularios que atraen poderosamente a los transeúntes con esos grandes titulares que garantizan escándalos. Éstos siempre han formado parte de su habitual mercancía, aunque, en esta ocasión, con impudicia significativa”.
(Emile Zola, en Yo Acuso)
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